Hablar del legado de Hugo Chávez es sumamente
complicado, no sólo por lo confuso de la ideología que profesaba, sino por lo
polarizante de su personalidad. Pero indudablemente que, para bien y para mal, su huella será imborrable en
la historia venezolana.
Entre las cosas positivas que se pueden
rescatar de Chávez, está el empoderamiento de los pobres, las misiones y el lograr
un mayor acercamiento entre la mayoría de los países latinoamericanos.
El empoderamiento de los pobres y marginados,
si bien más en lo retórico y en el imaginario colectivo que en la práctica, es
un logro innegable en estos 14 años. Les hizo creer a los marginados que con la
retórica sobre la lucha de clase y la pobreza, los estaba sacando de esta condición.
Y se lo creyeron, aunque en la práctica los estaba condenando más que nunca a
esa condición de pobres, al hacerlos más dependientes del petro-estado.
Las misiones, a pesar de todas sus corruptelas
y fallas, quizá sea uno de los pocos legados tangibles de su llamada Revolución Bolivariana; tan es así que
sus contrincantes en los dos procesos electorales en los que se reeligió -Rosales
y Capriles- prometieron que continuarían y profundizarían estos programas
sociales dedicados a la salud, la educación y a la vivienda.
Hace diez o quince años los países latinoamericanos
deambulaban dispersos por el concierto de naciones; la retórica de Chávez hizo
que se creara una alianza, forjada principalmente en lo ideológico y en la
sobrevivencia política de sus miembros, entre una cantidad respetable de países
latinoamericanos, para actuar con una sola voz y sola visión en los foros
internacionales. Si bien estas alianzas retóricas tienen muy poco de concreto,
no se puede negar que ahora Latinoamérica se ve como un bloque, relativamente,
coherente.
El legado de las cosas negativas puede ser
infinito; pero nos limitaremos a cuatro de los peores: el odio que sembró entre
los venezolanos, el hacerse la vista gorda con la delincuencia, la destrucción
de aparato productivo nacional y la corrupción rampante.
Antes de la llegada de Chávez al poder, la
gente se peleaba o discutía por diversos motivos; el beisbol, la política, la religión,
etc. Pero desde que Chávez impuso el odio como parte de su agenda política, los
venezolanos no nos podemos sentar a discutir en una misma mesa si tenemos
posiciones diferentes, sin llegar a la violencia física o verbal. Ya no hay diálogo
con el diferente, sino monologo con nosotros mismos.
Venezuela es uno de los países más violentos
del mundo con más de 100 mil asesinatos en los últimos 14 años, desde que el
presidente Chávez, en la primera semana en el cargo en 1999 dijo que quien
robara por necesidad tenía una justificación
entendible. Existen teorías de la conspiración que mencionan que la falta de políticas
públicas para combatir la violencia, por parte del gobierno, están orientadas a
atemorizar a la clase media -¡y como lo han logrado!- para que vaya emigrando
del país y quedarse con los pobres que son los que producen resultados
electorales favorables para el mal llamado Socialismo
del Siglo XXI.
Como parte de la retórica socialista y anticapitalista, basada en la política de expropiación, invasión,
desincentivo a la inversión privada y estímulo de las importaciones; el aparato
productivo está casi totalmente destruido. Hoy en día Venezuela sólo produce petróleo
–y a unos niveles mucho más bajos que en 1999- e importa esencialmente todo,
desde lo que comemos, hasta lo que usamos para limpiarnos el trasero. Ahora
somos una gran economía de puertos, haciendo ricos a los empresarios chinos,
rusos, iraníes y brasileños; en detrimento de los empresarios venezolanos.
Por último, quizá la mayor paradoja del legado
de Chávez, sea que el Comandante-Presidente
dio un golpe de estado contra el poder legítimamente establecido en 1992 con la
excusa de acabar con la corrupción y 14 años más tarde, lo único de lo que
puede jactarse el chavismo es de que Venezuela está en el tope de la lista de países
más corruptos del planeta. Donde se ha creado una nueva clase, la boliburguesía, que se ha apoderado de la
mayor cantidad de recursos que se ha generado en la historia del país, gracias
a sus contactos revolucionarios y
socialistas.
¡Descansa En Paz, Hugo!
Ciro