miércoles, febrero 14, 2007

Así dijo: Oscar Wilde 2.


" ...cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo...

... simpatizar con sus éxitos requiere de una naturaleza delicadísima..."












10 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo los verdaderos amigos se sentirán realmente felices con nuestros exitos y es que la naturaleza del hombre es mezquina y ve en los exitos de los demás, sus propios fracasos, cuando no están relacionados para nada. Solamente nosotros somos los responsables de nuestros fracasos, en una u otra medida y tenemos que aprovecharlos para aprender de ellos, levantarnos con la cabeza en alto y mejorar en los siguientes intentos. Incluso podemos aprender del éxito de los demás y alegrarnos de que nos sirvan para ese proposito. Pero seguramente no es tan fácil pensar en esto, cuando la envidia nos toma por sorpresa.

Anónimo dijo...

cooooome papá!

Anónimo dijo...

Y quien carrizo es Oscar Wilde??? (disculpen la ignorancia)

Anónimo dijo...

Te dice algo el retrato de Dorian Grey?

Anónimo dijo...

pues no me dice nada! Y ademas, quien carrizo es Dorian Grey? :)

Anónimo dijo...

Je je je...
Caso perdido ;)

Anónimo dijo...

recontra coooooooooooooome papa!!!

Anónimo dijo...

excelente blog , muy interesante todos los temas que abordan dia a dia entreteniendonos un poco a diario

Anónimo dijo...

Has escuchado "The Smiths"?
Busca Wilde en Wikipedia y de paso buscas Yeats...

Unknown dijo...

PARAGUAY : LA CONCERTACIÒN OPOSITORA Y SU CENA CON PANTERAS (x Luis Agüero Wagner)
“Cínico es el hombre que sabe el precio de todo pero el valor de nada” (Oscar Wilde)
En su inmortal “Balada de la cárcel de Reading”, el escritor irlandés Oscar Wilde había escrito que con diferentes variantes, el hombre inexorablemente mata lo que ama. Wilde lo comprobó en carne propia cuando la misma aristocracia y nobleza victoriana, que había elevado su talento al Parnaso de la gloria artística, arrojó su nombre al abismo de la ignominia condenándolo a prisión, por enredos de su vida libertina con el hijo del honorable Marqués de Queenberry.
La misma relación de amor y odio que el genial dramaturgo supo describir con irrepetible gracia literaria, evidenciaron esta semana los miembros de la Concertación opositora en el Parlamento, apasionados amantes de la democracia que asestaron al objeto amado una estocada mortal, alimentando al mismo monstruo (la Justicia Electoral) por el cual serán devorados en el 2008. A la vez es al mismo objeto odiado al que le han dedicado incontables adjetivos descalificadores desde la prensa, y al que han llenado de querellas en los tribunales, al que rinden el más lisonjero homenaje con el dinero público, aumentando por enésima vez su presupuesto.
Si algo podemos quitar en claro es que no debemos tomar muy en serio lo que dicen algunos grandes demócratas, que se llenan la boca condenando dictaduras, pero se elevan y se mantienen en sus puestos por los buenos oficios del informante del Comisario Cantero. Hemos podido comprobar en forma irrebatible que aceptan sin objeción a un represor como árbitro de la democracia en la Justicia Electoral, le aumentan el presupuesto, y todavía pretenden que se les crea cuando se autoproclaman como luchadores y “próceres” de la democracia. Increíblemente, también son los mismos personajes quienes airados reaccionan al sentirse agredidos, cuando desde el Caribe se les acusa de carecer de autoridad moral y política.
Todos los dictadores y tiranos siempre han buscado arrinconar al individuo, luego someter a escrutinio su individualidad y finalmente con todas las piezas domeñadas controlar al conjunto de la sociedad. Este régimen clientelista, prebendario y aniquilador que nos oprime, ha empezado de la misma manera apoderándose de cada uno de los partidos de nuestro sustrato político, los ha convertido en tributarios y hoy los humilla y denigra obligándolos a alimentarlo a pesar del supuesto odio que existe de por medio. La incoherencia es tanto o más notoria considerando que pretenden separar la labor legislativa de la política, y sobre ésta última no se discute, porque al fin y al cabo al final de la jornada también se puede subastar.
De sus “cenas con panteras” -como llamaba a sus inmersiones en el mundillo de la prostituciòn homosexual londinense a fines del Siglo XIX- aprendió Oscar Wilde el alto precio de los amores osados en una época marcada por la hipocresía moral, el cinismo político, la prepotencia colonialista y finalmente la más desproporcionada intolerancia imaginable. El dramaturgo demostraba estar conciente de los costos y riegos asumidos cuando decía que bajar a esos mundos subterráneos del Londres victoriano, era como estar siempre expuesto al zarpazo, al chantaje que tales licencias suponían a manera de resaca ineludible. Su percepción devino en vaticinio porque estos viajes demenciales y arriesgados entre dos mundos, el de Oxford y el de los barrios bajos, fueron la causa de una tragedia y humillación que terminó en desamor y odio.
Aquel hombre enviado a trabajos forzados por un amor prohibido, también comprendió que las formas de dar muerte al objeto amado podían adoptar las formas más inesperadas, desde una mirada amarga hasta una palabra zalamera. Estaba claro, por supuesto, que la madera de la que estaban hechos los hombres determinaba modos diferentes de dar muerte al objeto adorado; de allí que mientras los valientes lo hacían con la espada, al cobarde le bastaba un beso.
Incapaces de hacerlo a la manera de los valientes, nuestros próceres de la Concertación Opositora han entregado a la Democracia maniatada a sus verdugos, previo beso de Judas Iscariote. Exultantes y desbordados por el propio cinismo político, hoy se sacuden el polvo de la faena y junto a los represores que dicen repudiar, se disponen imperturbables a disfrutar de su última cena con panteras.

LUIS AGÜERO WAGNER